Yo,
que he sido tan feliz en la ignorancia
emborronando
el cuero seco de los viejos,
dando
saltitos por los espacios en blanco,
dejándome
caer en el acantilado
de
los puntos y aparte.
Y
yo, resucitado en la primera mayúscula,
salvado
por una conjunción copulativa
que
aparece en la línea de la nada
cogida
de la mano que no escribe
como
una niña sola y asustada,
ahora
te escucho la boca con espuma,
el
gesto desairado y la mirada en llamas,
y
echo a correr,
verso
abajo,
derramado,
sin
aire
y
sólo
quedo
yo.
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